Para que algo funcione, ya sea una asociación, una empresa o una relación médico-paciente, en nuestro caso, hay algunas reglas que ambas partes deben tener en cuenta.
El Dr. Viorel Dejeu y el Dr. Dănuț Dejeu siempre han querido que el equipo de Doctor Dejeu -cirujanos, psicólogos, nutricionistas, jefes de oficina- adopte la actitud correcta ante el fracaso y las situaciones difíciles: «Aprendemos fracasando. No sabemos de dónde hemos sacado esa idea de que tenemos que hacerlo bien a la primera y, si no es así, lo consideramos un fracaso».
Y para que todo quede claro a este respecto, el equipo acordó no olvidar nunca lo siguiente:
- No regañamos a nadie;
- No menospreciamos a nadie;
- En lugar de criticar, hay que ayudar;
- En lugar de «poner a alguien en un aprieto», prefieres responder a su pregunta;
- Cuando hablas con un paciente, tienes que estar a su lado, ya sea un minuto, diez o los que sean;
- ¿Ha olvidado el paciente lo que le has dicho? Repite;
- Sea cual sea la negligencia de un paciente, la empatía y la compasión son definitorias;
- Al mal, respondemos con el bien.
«Nuestra actitud es decir lo que se ha hecho mal, pero con el objetivo de ayudar al paciente a progresar»
Los pacientes son personas normales que cometen errores: a veces sólo siguen algunas instrucciones, a veces ninguna. Y cuando se encuentran cara a cara con el médico pueden ser vulnerables. Aquí es donde entran en juego la comprensión y, sobre todo, la empatía del médico.
Dr. Viorel Dejeu: «Sólo se puede ser comprensivo con las debilidades y carencias de una persona si se es consciente de las propias. Al fin y al cabo, eso es la empatía, ser capaz de sentarse con alguien tal y como es, comprenderle y ser capaz de animarle. Criticar lo puede hacer cualquiera, no tiene nada de superior.
Nuestra actitud es decir lo que se ha hecho mal, pero con el objetivo de ayudar al paciente a progresar. Hablamos el idioma del otro, con amor y amabilidad. Hubo un tiempo en que se practicaba una medicina en la que los médicos se comportaban con los pacientes como si fueran niños de guardería. Lo único que faltaba era un lineal para darse un tortazo en los dedos cuando se equivocaban. De ahí parte del «miedo al médico». Cuando te haces vulnerable, también puedes ser herido o asustado con facilidad. Lo sabemos y nos esforzamos por que los pacientes se sientan como entre amigos. Sin hifosis, sin tonos altos, sin vedetismos. Y poner la vida de alguien en nuestras manos es la mayor responsabilidad que tenemos».